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¿Cómo crecen las plantas?

  • Foto del escritor: Neko Brand
    Neko Brand
  • 21 may
  • 4 Min. de lectura


Las plantas son seres vivos que tienen la capacidad de crecer y desarrollarse en diferentes entornos. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo crecen las plantas? ¿De dónde sacan la materia sólida que conforma su cuerpo?


En este artículo, exploraremos los procesos básicos que permiten a las plantas crecer y prosperar.


Los nutrientes


De dónde crees que la planta a obtenido la materia (sólida) que ha ganado con el tiempo y el cual conforma su cuerpo.


Lo primero que se nos viene a la mente es que la planta lo ha obtenido a través de las raíces o el agua.


La fotosíntesis es el proceso por el cual las plantas convierten la luz solar en energía química. Esta energía se utiliza para convertir el dióxido de carbono y el agua en glucosa y oxígeno. La glucosa es un azúcar que sirve como fuente de energía y nutrientes para la planta.


Pero realmente de aquí no se obtiene directamente materia, sino como te mencioné, energía que usará para enlazar compuestos simples y formar estructuras complejas orgánicas.


Aproximadamente el 50% de lo que puede constituir una planta es 50% carbono, entonces de dónde obtiene la planta toda la materia? De aire, específicamente del CO2.


Suelos vivos


Comprender el suelo desde una perspectiva orgánica implica transformar la forma en que lo concebimos.


El suelo no debe verse como un simple depósito de nutrientes, sino como un sistema vivo, habitado por microorganismos (hongos y bacterias) que están constantemente generando fosfatos, nitritos, amonio, quelatos y muchas otras sustancias esenciales para las plantas.


¡En realidad, el suelo es una auténtica fábrica de nutrientes!


Y como toda fábrica, requiere insumos: materia orgánica y agua. Si garantizamos estos elementos a un suelo vivo, el uso de fertilizantes pierde sentido.


Las plantas, por su parte, aprovechan esta producción de manera equilibrada y responsable:


  • Solo absorben los nutrientes que necesitan.

  • A cambio, “compensan” a los microorganismos aportando materia orgánica, liberando exudados por sus raíces, ajustando el pH para favorecer su actividad y creando un entorno ideal: la rizosfera.




¿Es estrictamente necesario abonar?


Sabemos que durante su desarrollo, una planta requiere más nitrógeno, y que en las etapas de floración o fructificación, necesita mayor cantidad de fósforo y potasio.


Por eso, muchas personas asumen que aplicar fertilizantes ricos en nitrógeno hará que sus plantas crezcan más, o que añadir fertilizantes con fósforo y potasio les dará frutos más abundantes y grandes.


Sin embargo, lamento decir que esta creencia es completamente errónea. ¡Ojalá manejar un jardín fuera tan fácil como a veces intentan hacernos creer.


La realidad es que una planta, incluso estando en pleno crecimiento, solo absorberá del suelo el nitrógeno que realmente necesita.


Si hay más del necesario, simplemente permanecerá en el suelo como excedente. Aportar una mayor cantidad de un nutriente no significa que la planta absorberá más.


La única excepción a esto es cuando el suelo presenta una deficiencia previa de ese nutriente; en ese caso, sí puede ser útil añadirlo para corregir el desequilibrio.


Entonces, ¿cuál es el enfoque correcto?


  1. Alimenta el suelo, no a la planta directamente.

  2. Crea un suelo vivo, fértil, con buena estructura y microbiología activa.

  3. Corrige carencias solo si realmente existen, y con productos naturales preferiblemente.


Colaborar con los microorganismos del suelo


Una de las mayores ventajas de tener un suelo vivo en el huerto es que éste se convierte en una fuente constante de nutrientes para las plantas.


Lo hace de forma lenta y continua, mucho más estable y equilibrada que cualquier método artificial. Y esta regularidad es clave.


Las plantas solo pueden absorber nutrientes en forma mineral, pero veamos qué ocurre con esos nutrientes en el suelo:


🔹 Primera situación:


Algunos nutrientes se almacenan en los centros de intercambio catiónico (CIC), que tienen una capacidad limitada.


Si se agregan más nutrientes inorgánicos de los que esos centros pueden retener, el exceso se acumula como sales, lo cual puede dañar a las plantas.


Por eso es fundamental mantener una concentración adecuada de nutrientes.


Imagina que agregas demasiado calcio y este ocupa todos los sitios disponibles: ¿cómo podrá la planta acceder al magnesio cuando lo necesite?


Este tipo de desequilibrios lleva a una paradoja en la que aplicar fertilizantes puede terminar reduciendo la fertilidad del suelo.


🔹 Segunda situación:


Cuando los nutrientes están libres en la solución del suelo, son fácilmente arrastrados por el agua de riego o lluvia, especialmente el nitrógeno y el fósforo.


Esto ocurre con la mayor parte de los fertilizantes aplicados convencionalmente, y sus residuos terminan contaminando aguas superficiales y subterráneas, provocando problemas graves como la eutrofización.


¿Qué pasa cuando trabajamos con microorganismos?


Cuando se aplica materia orgánica, esta no se transforma inmediatamente en nutrientes minerales disponibles para las plantas.


Primero, es digerida por los microorganismos del suelo, formando parte de su biomasa o microbioma, es decir, sigue siendo materia orgánica.


Solo con el tiempo, una pequeña porción de esa materia se transforma lentamente en nutrientes minerales asimilables.


Mientras forman parte de los cuerpos microbianos, esos nutrientes:

  • No se pierden por el agua.

  • No saturan los centros de intercambio.

  • Contribuyen activamente a mantener y regenerar la vida del suelo.


Además, esta actividad microbiana genera una enorme cantidad de compuestos beneficiosos: desde ácidos húmicos, hasta hormonas vegetales, sustancias defensivas, e incluso vitaminas.




Conclusión


Más allá de aplicar fertilizantes, la verdadera clave para un huerto sano y productivo está en comprender y respetar la vida del suelo.


Un suelo fértil no es un simple almacén de nutrientes, sino una fábrica viva, dinámica y equilibrada, donde los microorganismos son los verdaderos protagonistas.


Al aportar materia orgánica de calidad y enmiendas minerales naturales, nutrimos esta vida del suelo, que a su vez, alimenta a las plantas de forma gradual, segura y sostenible.


No se trata de sobrealimentar a la planta, sino de crear las condiciones para que ella encuentre exactamente lo que necesita, cuando lo necesita.


Además, este enfoque evita el desgaste del suelo, la contaminación del agua y los desequilibrios nutricionales. Cultivar con conciencia es cultivar con vida.


Así que la próxima vez que pienses en “abonar”, piensa primero en alimentar el suelo.Porque las plantas no solo necesitan nutrientes, necesitan un ecosistema sano para prosperar.

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