El trasplante es uno de los momentos más importantes en la vida de tus plantas. Ya sea porque necesitan más espacio para crecer, un sustrato renovado o simplemente un nuevo hogar, hacerlo correctamente puede marcar la diferencia entre una planta que prospera y una que sufre.
El sustrato puede ir perdiendo propiedades físicas, por ende, tiene menos probabilidades de acumular alimento, agua, aire. Es por esto, que es necesario un cambio de sustrato cada cierto tiempo.
El momento adecuado lo es todo
Saber cuándo trasplantar es crucial. Generalmente, el mejor momento para hacerlo es durante la primavera o principios del verano, cuando las plantas están en pleno crecimiento.
Si notas raíces que sobresalen por los agujeros de drenaje o que el sustrato ya no retiene agua como antes, es hora de actuar.
Otro indicativo podría ser cuando la planta ha formado en contacto con las paredes del tiesto una densa red de finas raicillas y cuando la tierra forma con las raíces un cepellón compacto.
Evita trasplantar en épocas de estrés, como durante el invierno, ya que las plantas están en reposo y tardarán más en adaptarse.
Prepara el sustrato ideal
El sustrato adecuado es la base de un trasplante exitoso. Opta por uno que ofrezca una buena combinación de nutrientes, aireación y drenaje. Por ejemplo, para plantas de interior, un sustrato con una mezcla de fibra de coco, perlita y turba es ideal.
Asegúrate de que el sustrato sea fresco y esté ligeramente húmedo antes de usarlo para evitar que las raíces se deshidraten o se compacten demasiado.
Maneja el cepellón con cuidado
El cepellón, o masa de raíces y sustrato, debe manipularse con suavidad. Antes de colocarlo en su nueva maceta, libera un poco las raíces externas, especialmente si están enrolladas o compactadas.
Esto ayuda a que las raíces exploren el nuevo sustrato y se establezcan más rápidamente. Si es necesario, corta las raíces dañadas con tijeras desinfectadas para evitar infecciones.
E cuello debe permanecer a su altura original. El borde del tiesto deberá sobresalir de 1 a 3 cm, según el tamaño de la planta, para que el agua no rebose al regar.
Consejos adicionales para un trasplante sin estrés
Elige una maceta adecuada: Opta por una que sea solo un poco más grande que la anterior; demasiado espacio puede causar problemas de humedad.
Las raíces no logran ocupar toda la tierra o gran parte de ella (que con el riego retiene humedad en exceso) y dejan de funcionar correctamente los procesos biológicos y biofísicos.
Plantas pequeñas y de tamaño medio: de uno a tres centímetros más que el primero.
Plantas grandes: de 4 a 10 cm más ancho.
Riega con moderación: Tras el trasplante, riega ligeramente para asentar el sustrato, pero evita encharcar. Preferiblemente en pequeñas cantidades e intervalos cortos.
Evita el sol directo: Coloca tu planta en un lugar protegido durante unos días para que se adapte a su nuevo entorno.
Aumenta la humedad del aire y la temperatura.
Trasplantar puede parecer un proceso delicado, pero con estos pasos, estarás asegurando el bienestar de tus plantas y dándoles un nuevo comienzo para crecer sanas y fuertes. ¿Listo para el siguiente trasplante?
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